En mi sexta vida me parece que fui un poco perra.
"Si no eres marica..., ¡para qué me miras con esa cara de...?"
"¿De qué? ¡De querer que te llenen el culo!"
¡Joder cómo se mosqueó...! ¡Si dejó de hablarme y todo, psss! Ahora que a mí me dió exactamente igual porque en lo único que podía pensar era en pollas, rabos y pepinos. Tenía la certeza de que solo podría sacármelas de la cabeza, cuando me metiera una - por lo menos - en la boca.
A la semana siguiente, me fugué de clase un día y, en una gasolinera, por fin...
Fue genial. El tacto, el olor, la forma en que me había entregado su polla y gimiento me miraba suplicante, agradecido.
Me gustó mucho
Tanto que cuando los profesores nos echaban la charla de que pensáramos en aquello que nos gustara o se nos diera bien, para hacer de ello nuestra profesión, yo siempre pensaba en que lo que se me daba bien y me gustaba era aquello: dar placer a los hombres.
Pero no decía nada, claro.
Ya para el último año de bachiller, tenía competencia en mi velado sueño profesional. ¡Precisamente el marica aquel que me calentaba la polla y cuando se la intentaba meter me decía ay no!
No recuerdo su nombre, pero vamos, lo mismo da porque aunque el pobre ya había asumido de qué debía alimentarse, lo hacía tan mal que no me costó nada acaparar los ruegos y atenciones de aquellos dos machotes del equipo de atletismo.
Menudo perra que fui, lo sé; ¡pero también me enamoré, ehhhh?
Yo solo recuerdo que le gustaba escupirme cuando le comía la polla o los huevos, pero dice el doctor Quenabo que se llamaba Rodrigo y trabajaba poniendo aire acondicionado, y que fue instalando un aparato en la oficina en la que yo trabajaba, como quedamos para vernos fuera, lo que terminó siendo una mamada de lavabo, otra de coche y ya luego, una enculada en el garaje de la casa de sus padres
"Es muy probable que te convenciera por la lavia", al parecer le gustaba componer rap, y debió ser bueno porque me recuerdo decirle: "que no, jooo, que la tienes muy grande y me va a doler", "sí claro, un beso en el ojete y luego...", "no, para...", "si... no... métemela, venga, métemela". Qué dolor. Me enamoró.
Pero claro, yo quería algunas cosas. Quería un iphone, un viaje a Helsinki y, sobretodo, quería un despacho mejor. ¿Cómo?, ¿cómo sabía que tal vez podría conseguir todo éso? Pues, a ver, ¡cómo va a ser? Yo era un poco puta, y muy buena, con lo que cuando me di cuenta de que aquel hombre con el que coincidía todos los días en el tranvía, trabajaba en mi empresa, y era un superior, pues..., comencé a mirar a mi Rodrigo con otros ojos.
Así que una noche en que no me folló porque había estado leyendo esas novelas tristes de Chuchi Cuello, se lo solté: "hay un jefazo que viaja todos los días en el mismo tranvía que yo, y estoy pensando muy seriamente en tirarme a su bragueta".
Me llamó interesado, cabrón y puta; mas le hubiese valido canalizar su enfado sobre el colchón, o contra la pared. Como no lo hizo esa misma noche rompí con él y a la mañana siguiente, allí estaba aquel hombre trajeado..., y me senté justo enfrente, deseando que me diera a mí la misma atención que le daba a aquel otro juguetito.
Desde luego, como véis, tenía algo bien grande ahí debajo. Y éso que el doctor Quenabo no ha conseguido recuperar la imagen de ese recuerdo de casi finalizado el trayecto donde se ve que conseguí ponerle la polla bien gorda.
"Te llaman de arriba", me dijo la jefa de mi departamento.
"Ha funcionado... ¡bien!", pensé.
Ya en su despacho, con la puerta cerrada y las persianas bajadas, aquel hombre pasó a realizarme la única prueba por la que conseguí mi ascenso.
"Desnúdate y sube aquí", me dijo quitando de la mesa una fotografía de su mujer y su hijo.
Por supuesto, obedecí.
Y quedó encantado conmigo,
...y yo con él; claro que los demás compañeros no se lo tomaron tan bien. "Llegaste incluso a pensar que tus apellidos eran Puta Perra", me dijo el doctor Quenabo, que también me ha pasado las transcripciones de algunas preguntas que me hizo mientras yo volvía a ser aquel chico que fui en esta sexta vida.
"¿Me arrepiento? Desde luego que no; ¿acaso estaría bien que uno dejara sus ahorros en un banco que le da menos intereses que otros? Yo me lo pasé genial comprándome cosas, viajando, yendo para aquí y para allá, mandando en el trabajo. ¿Que si no eché una mano desinteresada a nadie...?
Pues....
No sé..,
¿desinteresada?,
¿y a santo de qué si todo el mundo tiene algo que ofrecer, no?"